La Maleta

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Con fulgurante rapidez por su mente se cruzaban ráfagas de incomprensibles ideas, de imágenes confusas, impidiéndole detenerse en una visión concreta. Siguió divagando en el mar de sus creencias bañado con la perversa impresión de que el final le sobrevenía. Mientras sentado cabizbajo al borde de la cama, aparecían ante él, los fantasmas del ayer, acompañados de las tristezas del presente y las fantasías del futuro; mostrándole más que penas, los caprichos y sueños desvanecidos.  Esta vez su imaginación no le iba a librar del angustiante momento presente. Su cabeza oscilaba de un lado a otro mientras respirando a todo pulmón, los sentidos le gritaban que tenía que marcharse de allí a toda costa.  Miró el reloj en su muñeca marcando veinte minutos pasados las tres de la tarde, tiempo suficiente para empacar y alcanzar el último tren del día.

Se dispuso sin demora a inventariar las cosas más importantes pues no todas cabrían en la única valija de viaje; solo las de mayor valor, esas que eran su historia y definían su ser, y aquellas que le ayudarían a forjar el mañana. Las ideas, a todo vapor, seguían cruzándose pero de igual modo dispuso atender el asunto con la mayor diligencia.

¿Pero qué empacar de entre tanta variedad de objetos?  Por un instante vaciló una vez más, pero no dejó que la duda se impusiera sobre su decisión. Abrió sendas cerraduras y la colocó sobre la cama donde yacía con las tapas de rojizos cueros a todas anchas,  colocando metódicamente cada cosa con la precisión de un relojero.  Al fondo irían los retratos de familiares y amigos de imborrables recuerdos más los de amores inmaduros. Encima de estos algunos libros famosos y también los documentos de propiedades. Unas que otras joyas de vestir que le habían quedado cabrían a los costados; así como su colección de filatelia la cual metió en el bolsillo de la contratapa. Para finalizar, algunas mudas de ropas y todos los títulos y diplomas de su extensa educación formal. Ya empacado, deslizó el cursor de la cremallera a ambos lados de la maleta con movimiento fuerte y rápido, le pasó el seguro y salió a la estación.

Al comprar el boleto del tren, sacó la billetera para pagarle al dependiente y le pidió un boleto sin retorno, el cual recibió por la rejilla juntamente con el cambio. Tomó el boleto y se alejó unos pasos lentamente para leer su destino; un pedazo de papel marcándole el rumbo a seguir por nuevos andares, incluyendo hora de salida y andén de embarque. Por un momento se estuvo en el pasillo, permaneció estático, rodeado por la nada, mirando la maleta recientemente empacada en trance meditativo. Se sintió incapaz de reflexionar en los porqués del pasado y quedarse deambulando en excusas y motivos, la miró de reojos y en la ausencia de ráfagas, se marchó a solas incapaz de acarrear una maleta que llevaba sobrepeso en demasía.

Al caer la noche una pareja de transeúntes al no encontrar nada de valor en la valija que hallaron por azar, desecharon su contenido en la basura para tan solamente quedarse con una elegante maleta de cueros rojizos

Angel Paredes Villanueva, 2009

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2 comentarios en “La Maleta

  1. Me ha encantado leer este cuento Angel. En estos momentos necesito de manera urgente deshacerme de «mi maleta». Ya no puedo con tanto sobrepeso.

    Lo de «quedarse deambulando en excusas» cuan cierto y profundo.

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